Aunque todas las estaciones tienen algo que las hace únicas en el viñedo, es innegable que la primavera es una de las más espectaculares. Tras la austeridad cromática del invierno, en los meses de abril y mayo vemos como los tonos verdes vuelven a aparecer y asistimos, un año más, al mágico espectáculo que supone el renacer de la vid. Y es que es en este momento cuando tiene lugar el proceso de brotación, el momento en que los primeros brotes verdes comienzan a asomarse tímidamente entre las ramas desnudas de las vides.