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CARRACEDO Y BOTILLO, MARIDAJE BERCIANO

Mucho se habla en los últimos tiempos del maridaje, de la armonía, en definitiva de ponerle nombre a las sensaciones que recibimos al degustar un plato acompañado por un vino. Y, al margen de las interpretaciones de cada cual y teniendo en cuenta que entramos en un mundo muy subjetivo, lo cierto es que, en ocasiones, la personalidad y el carácter del plato y las del vino, además de su elaboración permiten establecer ciertas sinergias.

¿Queréis un ejemplo claro de ello? Imaginad que tenemos en la mesa un botillo del Bierzo para ser acompañado por un tinto Carracedo de Bodega del Abad.

En este maridaje que hoy os proponemos estamos jugando con dos fortalezas. Por un lado, la de un viejo alimento con una materia prima vinculada a la alimentación de siempre en el Bierzo. El botillo representa el aprovechamiento del cerdo, con sus partes magras y huesos, todo embutido en una tripa y sometido a un proceso de curación en el tiempo que logra una concentración interior entre las especias, la carne y el pimentón. Cuando, tras la cocción, ya elaborado el plato, este llega a la mesa, se abre todo eso que lleva en su interior y consigue que el comensal diferencie claramente el botillo con todos sus registros sensoriales. Cómo huele, que sensaciones ofrece en la boca y ese color inconfundible que lo caracteriza.

Llega el momento de encontrar las sensaciones que pueden unir este plato con un buen vino. El punto en el que ponemos junto a esta receta nuestro Carracedo. Un tinto de uva mencía que procede de vasos viejos de la misma tierra que lleva cultivando la vid y elaborando vinos toda la vida. No olvidemos que la ración de botillo está junto a la copa de Carracedo. Los aromas, los olores a carne cocida con un toque de pimentón y también el de la verdura que lo acompaña, quedan eclipsados en el momento en el que acercas a la nariz la copa de una mencía bien madura, con unos tonos frutales y ciertos tostados finos. He ahí un verdadero encuentro de dos mundos sensoriales. Pero hay más, al margen del color rojo intenso amoratado y de esa nariz tan sutil, en la boca encontraremos al probar este tinto tan especial otros registros táctiles que también armonizan con la degustación de una cucharada de botillo. Y siempre prevalecerán por encima los taninos bien maduros, la acidez justa y esa sensación alcohólica y terrosa de la mencía.

He aquí un buen ejemplo del maridaje berciano, de sintonía entre un alimento tradicional y su vino genuino. Ahora solo queda que lo comprobéis en la primera ocasión que tengáis de pedir botillo y un tinto berciano de calidad como es nuestro Carracedo.